Despierto
dolorida, como si hubiesen metido mis huesos
en un saco y los hubiesen agitado
sin compasión.
Me recuerdo que les estoy
dando a mis vicios más
margen del que sería deseable y hago una nota mental
que
quemaré más tarde para encender el primer cigarrillo del día.
Cumplo con
mis rituales de buena alimentación, aseo y belleza
con devota convicción pero, me inquieta
comprobar que tienen
un resultado dudoso cuando me veo reflejada en el espejo.
Busco algo
que ponerme, a toda prisa, sin poder cerciorarme
de si estos pantalones
le sientan bien a mi vanidad o si aquella
blusa transparenta un poco mi disposición algo atontada.
Vuelo colgada de las manillas del reloj, en un tiempo impuesto,
inoportuno, fastidioso y rígido que me desquicia.
Me debato un segundo más entre el deber y el placer, le hago un
último guiño a la cama y repaso los surcos de mis ojos mientras
la luz traidora del ascensor me acompaña a la calle.
Llevo mi vida enredada en la cabeza, tengo plomo en los pies
y olvidé perfumarme y atusarme un poco el encanto.
blusa transparenta un poco mi disposición algo atontada.
Vuelo colgada de las manillas del reloj, en un tiempo impuesto,
inoportuno, fastidioso y rígido que me desquicia.
Me debato un segundo más entre el deber y el placer, le hago un
último guiño a la cama y repaso los surcos de mis ojos mientras
la luz traidora del ascensor me acompaña a la calle.
Llevo mi vida enredada en la cabeza, tengo plomo en los pies
y olvidé perfumarme y atusarme un poco el encanto.
Pero me
abro paso entre la gente con soltura, sorteo escaleras,
puertas automáticas, malhumor pandémico y un breve
pero intenso impulso de mandarlo todo a la mierda sin dilación.
Me muevo con vehemencia para disimular que me faltan horas
de sueño, apilo mis vértebras, levanto la vista del suelo,
me sacudo el enfurruñamiento y se me escapa una risilla
al caer en la cuenta de que, una vez más, estoy exagerando.
puertas automáticas, malhumor pandémico y un breve
pero intenso impulso de mandarlo todo a la mierda sin dilación.
Me muevo con vehemencia para disimular que me faltan horas
de sueño, apilo mis vértebras, levanto la vista del suelo,
me sacudo el enfurruñamiento y se me escapa una risilla
al caer en la cuenta de que, una vez más, estoy exagerando.