domingo, 1 de diciembre de 2013

PARADOJA

Un día se despertó soleada, corrió la cortina de su pesar,
se reclinó despacio sobre la cornisa de su ventana abierta
y respiró profundo para ventilar sus rincones más oscuros.
Todo era fácil, no había costuras, ni tropiezos, ni quejas,
su contorno se difuminaba bajo los rayos del primer sol,
se le llenaban los ojos de luz y veía más allá del horizonte.
Ese día sí quería, sí podía, aquel día era el día de brillar,
de sacar pecho, de creerse hasta las comas de su película,
de jugar sus cartas y de apostarlo todo con confianza ciega.
Aspiró más del aire radiante, infló las velas de su voluntad,
dio media vuelta sobre sus talones, echó un paso al frente
y durante el resto de aquel día, se sintió eternamente feliz.



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