martes, 14 de abril de 2015

DESVELADA

Su respiración era blanda y confortable,
parecía tener pulmones de algodón tibio
y su aliento tenue resultaba conmovedor.
Él dormía de costado un sueño envidiable,
sus facciones se deslizaban con desmayo
por los pómulos altos, la frente, el mentón
y su boca dibujaba el atisbo de una sonrisa.
Ella le miraba y cerraba los ojos con codicia
para retener su imagen hasta volver a abrirlos
y que ésta la llevara de la mano al amanecer.
Pero entonces cayó de entre los labios de él
un sonidito apenas articulado, apenas audible,
aunque lo suficiente para que ella reconociera
el nombre de una mujer, uno que no era el suyo.